Un mercadillo en el centro de Madrid
Asistimos el otro día, aunque es posible que mucha gente no lo haya visto, al enésimo bochorno parlamentario protagonizado por la aplaudidora mayor del reino, a la sazón ocupante de una de las incontables vicepresidencias a la par que cabeza visible de ese Ministerio convertido en una maquinaria perfecta en la que esquilmar a la mayoría para distribuir entre la minoría.
Conversión que, a decir verdad, ni siquiera es suya sino que se la debemos a quien desde el otro lado del muro, acometió el mayor hachazo fiscal que hayamos recibido; esta señora tan solo, y no es poco, está tratando de estirar un poquito más el chicle.
Pero, no nos desviemos, decía que Chiqui protagonizó un nuevo episodio de esa serie de mal gusto llamada El mercadillo de la Carrera de San Jerónimo, en la que ella con sus gritos, sus señalamientos, sus aspavientos aplaudidores o sus golpes al cerrar el micrófono (a saber cuantos se cargará en la legislatura y nos tocará pagar), es sin duda una de las actrices más destacadas.
En este capítulo de El mercadillo, Chiqui nos expuso sin ambages lo que tenemos que entender por clase media para así hacernos ver cuantísimo se preocupan ella y su amo por esta clase, que es la clase fundamental en cualquier sociedad avanzada y cuya aniquilación es la base sobre la que sustentar muchos regímenes autoritarios. Lo hizo con su habitual elegancia y sosiego, con ese tono que convierte sus palabras en música para los oídos. Ups, perdón, olvidé poner falta de antes de elegancia.
El problema, como siempre, es que la exhibición escondía un mensaje; un mensaje que ella seguro que no se ha parado a pensar, pero quienes se lo han dictado si que lo han hecho, personas que piensan mucho y que no dan puntada sin hilo. La excitada, que no excitante, alocución comenzó situando claramente el listón, clase media son quienes cobran el salario mínimo, para terminar con una referencia al éxito que supone el cobro masivo del ingreso mínimo vital.
No señora, el salario mínimo ni se asoma a lo que se debe entender en una sociedad próspera por clase media. Esa clase debe ser el motor económico de una sociedad, por su capacidad de inversión y de consumo, capacidades que son absolutamente limitadas cobrando dicho salario. Y no señora, el cobro del ingreso mínimo vital no es ningún éxito, sino quizás uno de los mayores fracasos que pueden existir en una sociedad que se dice avanzada.
Mientras sigamos aceptando como algo positivo el igualar a todos en lo más bajo, con esa maniquea excusa de la redistribución y los derechos que frenan al diferente, seguiremos avanzando, por supuesto, avanzando hacia el abismo.
¿Y si, Chiqui, en vez de esto te dedicas a tomar medidas que favorezcan la inversión y la creación de puestos de trabajo que consigan una verdadera clase media fuerte? A lo mejor nos iría a todos mejor, incluida a ti. Te doy una pequeña idea por la que puedas empezar, abandona el expolio fiscal y verás como todo empieza a funcionar mucho mejor.