Hay muchas estupideces asociadas al mundo corporativo que carecen de la más mínima base en la mayoría de ocasiones y que se perpetúan en el tiempo por razones puramente humanas, por esos motivos que vienen desde las entrañas sin detenerse en la razón. Algunas de ellas además se acrecientan a golpe de publicaciones de supuestos gurús en redes sociales profesionales.
Tal es el caso de esa teoría que dice que normalmente asciende la gente más incompetente y que los jefes en general no hacen bien su trabajo, llevando a la gente a pensar que cualquiera lo haría mejor que su jefe.
Esto es una interpretación no solamente errónea sino también torticera, del certero principio de Peter, que sostiene que todo empleado es ascendido hasta su máximo nivel de incompetencia, pero no porque el individuo en sí sea incompetente sino porque llega un momento en el que asciende a un puesto que no está preparado para desempeñar con la misma eficacia que demostraba en la posición inmediatamente inferior.
No pienso ni de lejos que, en general, quienes ocupan las posiciones más altas en la jerarquía empresarial sean personas incompetentes, sino que normalmente ocurre lo contrario. Por supuesto, como en botica hay de todo, y todos conocemos casos que son la excepción que confirma la regla. Pero, si tengo que generalizar, mi apuesta es clara, quienes llegan alto tienen la preparación y competencia suficientes como para justificar tal llegada.
Sin embargo, hay algo que cada vez me llama más la atención y echo más de menos en quienes ocupan posiciones de cierto calado en grandes organizaciones, y es la falta de miras de largo plazo, entregándose (o quizás entregándonos) muchos de ellos (o quizás de nosotros) a un absoluto cortoplacismo. Una mirada a corto que está sumamente influenciada por muchos factores, lógicos y entendibles desde una perspectiva puramente humana - instinto de supervivencia - pero no empresarial.
La mayoría de organizaciones dedican esfuerzos ingentes de sus capas más altas a dar vueltas a oportunidades a corto plazo y/o a mitigar problemas sobrevenidos; y tanta dedicación no permite mirar más allá, entrando en un círculo vicioso en el que el largo plazo siempre se convierte en corto porque las cosas han ido más rápido que nosotros.
En realidad, las oportunidades de hoy son las de mañana y las de ayer fueron las de hoy; en realidad los problemas que afrontas hoy fueron riesgos mitigables ayer y es posible que ya no tengan solución mañana.
Deberíamos empezar a resolver este problema desde la base, que no es otra que la educación; si dotamos a quienes tienen que liderar el futuro de unas buenas dosis de equilibrio entre el corto y el largo, junto con unas gotas, muchas, de inteligencia emocional, les habremos hecho ganar mucho.
Creo que, a mi juicio, una parte del efecto cortoplacista que campea a sus anchas es el efecto perverso de los Bonus o gratificaciones. Haciendo A me lo llevo ese año; y si, a largo plazo es malo para la empresa, a mí me da igual porque en 10 años "todos calvos" y no sé si estaré por aquí o no. En empresas familiares ese cortoplacismo creo que es menos evidente por el efecto identificador con la compañía que tienen (normalmente, hay de todo) los miembros implicados.