Me pregunto dónde ha quedado la ética periodística.
Cada vez son más los titulares absolutamente despreciables, carentes de objetividad y destinados a causar una idea predeterminada en el lector que no va más allá en la lectura de la noticia, bien sea por falta de interés o por algo tan simple como que al ser noticia de pago no se puede acceder.
Pero no son solamente los titulares, sino que incluso en el cuerpo de las noticias se busca desesperadamente en muchos casos el aspecto tendencioso de la noticia, mezclando en muchas ocasiones churras con merinas con el ánimo claro de influenciar la opinión del lector.
Ojo, no estoy hablando de eso que llaman fango, ni de ese oxímoron conocido como noticias falsas, ni de ese concepto que personalmente no entiendo al que ahora llaman pseudo medio. Hablo de medios absolutamente contrastados contando noticias de cuya veracidad no puede caber duda alguna, tales como un asesinato por poner un ejemplo de algo que no puede generar dudas.
La prensa siempre ha tenido una línea editorial, más o menos ideológica y más o menos escorada a un lado u otro; y esa línea se ha plasmado tradicionalmente en los editoriales, valga la redundancia, y en las columnas de opinión, aunque en las mismas siempre ha habido excepciones dado que se gozaba de cierta libertad. Bienvenidas han sido siempre en estas columnas los intentos, más o menos velados, de influir en la percepción del lector sobre alguna situación.
Lo que no debería ser admisible es que desde un titular de una noticia, sabiendo que solamente el titular es lo que consumen muchísimos lectores, se trate de torturar el texto hasta causar una idea equívoca en el lector, con el fin de arrimar el ascua hacia determinada sardina; y eso es lo que ocurre a día de hoy.
Pero claro, poco podemos esperar de una prensa fagocitada de forma absoluta por el peso económico de la publicidad institucional, presta a lanzarse en brazos de una futura ley que acabe con la poca ética periodística que pueda quedar a cambio de mantener las dádivas.
El cuarto poder se muere, larga vida a quienes consigan ser sus sucesores.
Toda la razón, como siempre. Yo recuerdo tomar el hábito de leer el periódico de mi padre, y cuando él terminaba empezar yo a leer; Sobre todo a partir de los 12 o 13 años. Algo más mayor, con 16 o 17, le pregunté porqué compraba un periódico de tendencia contraria a la que yo presuponía como suya y recuerdo perfectamente la respuesta: "hay que saber cómo piensa el enemigo para luchar contra él y, además, uno no siempre está acertado ni tiene la razón". Tambíén hay que decir que ha cambiado ya 4 o 5 veces de periódico de referencia dado el sesgo que ahora tú comentas y que cada vez más se hace evidente para los lectores críticos y pensantes (rara avis hoy en día y entre los que creo encontrarme). También creo que, en el aspecto digital, es donde más evidente y acusado se nota la tendencia.
¡Amén!