Hoy no iba a haber cuaderno, el puente tiene sus efectos, manifestados ayer en forma de maravilloso rato con dos fieles lectores de estas líneas alrededor de una buena mesa y un buen vino, que me hizo “olvidar” mi cita de hoy con todos ustedes. Y eso que hay temas que merecen una vuelta, como el asunto No Pudimos, que está por ver si será epitafio o, en argot bursátil, rebote del gato muerto.
Pero yo también cambio de opinión, así son las cosas. Y más ante la noticia que ha acontecido hoy, que no por esperada merece dejar de ser comentada: la elección como presidenta del BEI de la actual titular de la cartera de economía en España.
Podría parecer una buena noticia, podría considerarse que es algo prestigioso para España, incluso cabría pensar que es una gran ventaja el que exista tanto alineamiento entre el banco responsable de una buena parte de la financiación en Europa y el inquilino de la Moncloa.
Sin embargo, en mi opinión es todo lo contrario, estamos ante un riesgo enorme. Nuestra economía está absolutamente estrangulada por un monstruo de tremendas garras, un monstruo que se alimenta cada segundo haciéndose más y más grande, un monstruo al que solamente se puede atacar con una dieta estricta que permita que adelgace, un régimen que se retroalimente haciendo que cada día necesite menos comida para subsistir y así siga adelgazando más; el monstruo de la deuda.
En nuestro escenario actual, sería sano y deseable que la financiación se recibiera solamente con cuentagotas y con una estricta supervisión. Y, ojalá me equivoque, la presencia de la ministra al frente del BEI parece augurarnos lo contrario: facilidad para endeudarnos más, escaso control del uso del dinero y manga ancha absoluta. Los controles se le aplicarán a otros.
Ojalá no sea así, porque el camino actual solamente tiene un final, la asfixia absoluta.