Se cumplen catorce años de aquel día que amanecía soleado en Baiona, dibujando una maravillosa postal desde su increíble Parador. No había tiempo que perder, un vuelo de Iberia tenía previsto despegar desde Vigo a las cinco de la tarde, permitiéndonos la holgura suficiente como para llegar a Madrid a tiempo de cumplir el ritual que nos había acompañado durante las tres semanas anteriores. El último día no podía ser una excepción. Afortunadamente la ceremonia no comenzaría hasta las 20.30 aproximadamente, eso nos permitió un tranquilo almuerzo al sol en la terraza del Parador, consistente en degustar algunos de los tremendos productos que Galicia nos brinda por tierra y mar. Y aunque el avión se retrasó, pudimos llegar justo a tiempo, el ritual estuvo en riesgo pero finalmente llegó a buen puerto.
Los mismos amigos que vinieron a ver todos los partidos de España a casa, con excepción de la derrota inicial ante Suiza; la misma cena en cada uno de ellos, profundamente insana para casi todos, dietética y portada en un tupper en un caso. La bandera siempre en la misma posición bajo la televisión, y el himno pinchado a través de esa reliquia llamada iPod en un altavoz bluetooth antes de comenzar el encuentro. Incluso alguno vistiendo la misma ropa en todas y cada una de las citas, aunque fuera necesario rescatar un polo del cesto de la ropa sucia.
El ritual volvió a funcionar, y aunque hubo que esperar 117 minutos, un manchego que jugaba para el Barcelona unió a toda España sin excepción alguna, sin que nadie pensara por un momento en asuntos políticos de ningún tipo.
Eran tiempos difíciles en España, en occidente en general, motivados por una profunda crisis económica. Sin embargo, las celebraciones se sucedieron a lo largo y ancho de la piel de toro sin que las regiones de marcado carácter nacionalista, que no independentista en aquel momento, fueran una excepción; sin que nadie pensara en si aquellos jugadores pensaban de una forma u otra, en dónde habían nacido o cómo estaban de comprometidos con el relato oficial. Toda España se echó a la calle, y la bandera rojigualda ondeó sin complejos en las plazas y avenidas de cualquier pueblo y ciudad.
Hoy la situación es radicalmente distinta, con la mayor desunión que este país haya tenido desde hace cien años, desunión provocada y vilmente estimulada por la peor calaña que jamás haya habitado en las Cortes Generales de la nación, por la más nefasta representación de la noble profesión del periodismo que hayamos conocido y por la ciudadanía menos dispuesta a pensar que haya existido en los tiempos modernos. Hoy el mundo es otro, un mundo en el que un relato se ha impuesto y todo díscolo con el mismo es apartado sin remedio.
El debate ahora está en si el entrenador tiene derecho a proclamarse español, católico y taurino; o si el brillante extremo derecho que nos llevó ayer en volandas hasta la final es fruto de la inmigración irregular; o si el lateral derecho tiene, supuestamente, una orientación política que no comulga con el relato oficial. Incluso se llega a discutir sobre si el portero español decide no opinar públicamente sobre la política francesa…Incluso una ex ministra habla de lo feliz que le pone que marquen “personas racializadas”, atribuyendo al brillante Nico el gol marcado por el estupendo Olmo. Hoy, por mucho que nos inunden de los vacíos términos avance y progreso, tenemos un peor país que en 2010.
Y sin embargo, estoy seguro de que el domingo se volverá a obrar el milagro si somos capaces de vengar a la Armada Invencible. De nuevo será posible portar la bandera de España sin tener que escuchar el soniquete favorito de quienes no tienen argumentos.
Porque aunque a algunos disguste, a otros aburra y a unos cuantos su fingida superioridad cultural prive de disfrutarlo, el fútbol sigue y seguirá siendo una de las cada vez más escasas vías de unión que nos quedan.
Les deseo que disfruten ustedes del partido, incluso si se dedican a la política.
Una pena pero realmente es el mejor retrato de la realidad.Totalmente de acuerdo.
Ojalá el domingo por lo menos durante un rato, consigamos tener esa unión de todos, sin importar nada más ,que el orgullo de ser español.
Esperemos que contra la Pérfida Albión se obre el milagro. Tenemos un jarrero al mando y eso suele ser buena señal, mis hijos llevan 25% de sangre jarrera. Sin embargo estoy muy desconectado con el rollo de "La Roja" y expresiones similares.
En fin ante Inglaterra lo que haga falta. ¡A por ellos!