Tontos
Muchos de los cánticos que llegan a las gradas de los fondos de los estadios de fútbol en España tienen su origen en mi querida Argentina. En tiempos, cantábamos en el estadio al que soy asiduo uno de esos cánticos, que decía: Pasan los años, pasan los jugadores, la directiva mañana ya no está, yo quiero al club quiero la camiseta, los mercenarios se tienen que acabar.
Hace tiempo que ya no se escucha, entre variadas razones porque solía estar motivado por malas rachas deportivas, poniendo de manifiesto el desacuerdo con la gestión, con el rendimiento o con ambas cosas. Como quiera que desde hace años el rendimiento es indiscutible, y la gestión es mayoritariamente aceptada (o la oposición silenciada), el canto no tiene cabida.
Pero esas palabras pueden tener otro fondo, un poso de reivindicación de valores de una institución, un dejar claro que nadie está por encima de los sentimientos de millones de personas, un poner de manifiesto que por aquí han pasado muchos que han dejado todo y hecho grande a este club pero que a la vez ha habido otros muchos que no han sabido estar a la altura y no ha pasado nada cuando marcharon porque sin ellos la vida siguió adelante. Y no importa lo bueno que el jugador sea, si mancha la institución, sobra.
Ahora mismo, hay un jugador que está opositando seriamente a recibir ese cántico. Su comportamiento es, en general, inaceptable; es dañino para la entidad y es perjudicial para quienes, aunque sea en parte, entregamos algo de nuestro dinero para contribuir a su salario.
En el Real Madrid juegan muchos jugadores de raza negra. Curiosamente, tan solo uno recibe sonoras pitadas e insultos allí donde va. ¿Son insultos racistas? Los habrá, pero no todos. ¿Se le insulta por ser negro? No. ¿O es que los tres franceses, a quienes nadie insulta, no son de la misma raza?
Se le insulta por su comportamiento, y porque se sabe que es muy fácil sacarle de los partidos ya que tarda muy poco en caer en la trampa. No justifico el insulto, pero si los abucheos continuados, me parecen lo más normal del mundo. Estoy convencido de que, de seguir por este camino, pronto se escucharán también en el Bernabeu. Porque muchos socios estamos hartos del clima inaceptable que crea, el cual supone, entre otras cosas, que no podamos ir tranquilamente a disfrutar de nuestro equipo en otros estadios por el encrespado ambiente que se genera.
Por todo ello, considero inaceptable que este individuo se permita generalizar al decir que en España somos racistas, y que sin razón alguna, ni vergüenza, reclame que España pierda un evento que puede suponer una tremenda inyección económica para nuestras maltrechas arcas, amén del impacto que puede tener en la imagen internacional, ya de por si dañada por los dirigentes, de nuestro país.
Zapatero a tus zapatos, dice el refrán; esperemos que se lo aplique.
Pero no es el único. A esas declaraciones, no siguió respuesta alguna por parte del partido que ocupa el Gobierno, ni por ninguno de los integrantes del mismo. Algo esperable, ya que la competencia respecto a dicho evento es suya, ni es privada ni es de índole autonómica ni municipal. En pleno debate sobre la inmigración, en una cuestión en la que la izquierda acusa a la derecha de racista, estas declaraciones les ponían en una compleja posición: si negaban el supuesto problema, renunciaban a su argumento sobre el supuesto racismo de algunos; si por el contrario daban por buenas las palabras, aceptaban que todos - incluidos sus partidarios y ellos mismos - entramos en ese saco. Difícil equilibrio, del que hubieran salido indemnes muy posiblemente, pero no sin dificultades.
En esas apareció un miembro del partido de la oposición y, muy posiblemente cegado por su antimadridismo declarado, metió la pata hasta el corvejón. ¿Por lo que dijo? Posiblemente no, se puede decir que no le faltaba razón en sus palabras. ¿Por meterse donde, en ese momento al menos, no le llamaban, facilitando así el silencio de quienes deberían haber abordado la peliaguda cuestión? Sin duda.
Dicen algunos gurús del ámbito profesional, que no es aceptable decir eso que los ingleses llaman that´s not my business. Estoy completamente en desacuerdo con ellos, se puede y se debe decir que algo no te incumbe o que no es a lo que te debes dedicar. Cada cual, a lo que tiene que hacer y a lo que mejor sabe hacer.
Porque, al igual que hay racistas en España pero no todos los españoles lo son, hay tontos en España pero no todos sus habitantes lo son. Aunque cada vez sea más cierto que hay más tontos que botellines.