Bromeaba el sábado con un lector que se ha visto obligado a hacer a su hijo socio del segundo club de fútbol más importante de Madrid, en presencia de otro lector que es fiel seguidor de dicho club. Le comentaba que es un mal acto por su parte condenar a su vástago, todavía adolescente, a una vida de infelicidad. Todo ello en broma, por supuesto, sabéis queridos amigos indios que a muchos aficionados de vuestro club os aprecio infinitamente en lo personal, aunque me guste hacer chanzas en lo futbolístico y no entienda en ocasiones vuestro exceso de inquina.
A la vez, ayer domingo, debutaba en el Santiago Bernabeu la única de la familia que faltaba por hacerlo, pese a no ser la más pequeña. La razón de haber ido por primera vez bastante más tarde que su hermana cuatro años menor es simple: esto del fútbol le entra por un lado y le sale por el otro, a diferencia de a su hermano y su hermana.
Mientras ella disfrutaba de su bolsa de patatas, quizá algo ajena al nerviosismo de la grada por lo corto del resultado, cantaban en la grada flans aquello de “tenía cuatro años, mi padre me llevó a ver el Bernabeu, a ver al campeón”. Entre ello y su presencia a mi lado, y la de otros pequeños que siempre acompañan a mis vecinos de abono, recordé mi primera vez en el estadio. Curiosamente no fue con mi padre, quien unos años después me hizo afortunado para siempre al abonarme y con quien tantas y tantas tardes pude compartir, sino con mi hermano. Quizás él no lo recuerde, pero ayer me vino nítido el momento: vimos desde el añorado gallinero un Real Madrid - Valencia, yo debía contar siete años y el Real Madrid ganó por cinco goles a uno; y, por qué no contarlo todo, recuerdo incluso cierta sensación de miedo, el gallinero de aquella época era un lugar especial en muchísimos sentidos con gente que se jugaba el pellejo para poder ver a su equipo, pero compensada sobradamente por la ilusión que ya no ha vuelto a salir de dentro de mí. Otro fútbol, pero sobre todo, otra época en nuestro país.
Llama la atención como al avanzar por esa autopista sin retorno llamada vida se agitan en la coctelera de la mente algunos recuerdos que se comienzan a ver cada vez más velados hasta desvanecerse, junto con otros que repentinamente aparecen con meridiana claridad.
Hoy me ocurre algo similar, con muchos recuerdos de lo acaecido en Madrid hace exactamente veinte años, el día en que la Historia contemporánea de España cambió para siempre. El día en el que nuestra sociedad comenzó a polarizarse para siempre y sin remedio. El día del que solamente unos miles recuerdan a sus seres queridos, mientras otros miles continúan inmersos en un horrible camino de acusaciones cruzadas. El día que un país civilizado recordaría con unidad y con el foco puesto en los afectados; qué lejos estamos de ello por desgracia.
Aunque el ensayo va del 11M , quiero decirte que la parte del Bernabeu está muy bien escrita.
Además de lo que comentas sobre el 11M, y fomentando precisamente la confrontación, está el hecho de que no se aclarase (ni haya intención alguna de hacerlo) del todo quién era el autor intelectual del atentado. Aunque la experiencia me dice que una parte mayoritaria de la población (35 años o menos y/o de creencias basadas en nada) les importa un bledo todo esto, porque o bien les resbala por antiguo o bien porque sin datos concretos ya tienen a sus "autores" y no les van a cambiar su convencimiento. Vamos, como en casi todo el resto de asuntos patrios.