Propósitos
Me apetece reducir un poquito el contenido político del cuaderno, aunque es algo que me gusta mucho por lo que la cabra seguirá tirando al monte. Así que vamos a intentar volver un poco a los orígenes y hablar algo más de empresa y/o de economía. Aunque en algunas ocasiones, será inevitable no mezclar temas, sobre todo en asuntos económicos. Hoy no, hoy me apetece hablar de empresa y no desde la perspectiva política de las mismas, que es enorme; toca plasmar algunas ideas sobre esos rimbombantes términos como cultura, propósito y valores.
¿Existe la cultura de empresa?
¿Son ciertos los propósitos de compañía?
¿Se aplican realmente los valores de una organización?
¿O es todo ello una patraña inventada por alguna consultora?
¿Quizás una manera efectiva de justificar el trabajo de algún área?
La verdad que mi experiencia personal me lleva irremediablemente a pensar que todo esto es algo tan sencillo como una estrategia de marketing. Por supuesto que existen la cultura, enunciada a través de valores, normas, misiones o filosofías. No cabe duda de que existen los propósitos. ¿Pero qué se esconde tras de ellos?
Transmitir al mercado que tienes un propósito que suene como algo socialmente aceptable te ayuda a atraer o retener clientes, más aún en los tiempos que corren. Hablar de una cultura atractiva suele ser una táctica asociada a eso que ahora llaman atraer talento, es decir, lo que toda la vida se ha llamado fichar lo mejor que esté a tu alcance. Esa cultura se manifiesta a través de la propagación de unos valores sugerentes que se conciben como una ayuda al sentimiento de pertenencia, ese que hace que se quiera sudar la camiseta más y mejor ante cualquier circunstancia; también a través del enunciado de rimbombantes misiones bajo las que se camufla el verdadero objetivo.
Todo lo anterior tiene una confluencia común: sobre el papel son mecanismos que ayudan a la compañía al verdadero propósito o misión de toda empresa, que no es otro que ganar dinero. Y, si ayudan, entonces podemos entenderlos como aspectos positivos. Lo único negativo es usarlo para esconder debajo de la alfombra que todos y cada uno de nosotros, lo que queremos es ganar pasta, ya sea para sobrevivir, para vivir bien o incluso para sostener ciertos lujos y caprichos.
He trabajado en empresas con un pomposo propósito, he formado parte de compañías con una cultura plasmada en valores concretos o en otras en las que dicha cultura se refleja a través de normativas, y he estado en organizaciones en las que ni una cosa ni otra quedaban escritas pero si que asomaban por la ventana que tantas veces se abre en las conversaciones de café. Y reconozco que es algo que funciona, que muchas personas se sienten mejor cuando se les dice que aquí no estamos para que empleados, directivos y accionistas ganen pasta, que aquí estamos para hacer un mundo mejor, más sostenible, más solidario, más igualitario, o que nuestro destino es hacer algo grande juntos.
También reconozco que el tamaño de la organización influye, porque la cercanía organizativa respecto a quienes enuncian esos propósitos o esa cultura afecta claramente a la facilidad con la que llegue el mensaje. Además, es más fácil adaptar los procesos de selección para tratar de tener un grupo más homogéneo cuanto más pequeño sea el entorno; en organizaciones grandes, la heterogeneidad está asegurada.
Pero siempre hay un lugar común, cuando las cosas vienen mal dadas, ¿importan los propósitos y los valores, o manda la cuenta? La respuesta es obvia.
Por supuesto, es estupendo que en nuestras empresas haya valores, y que nuestros jefes, compañeros y subordinados estén alineados, que no alienados, con los mismos. Pero tengamos claras las reglas del juego, porque en la jungla no se sobrevive con cosas tales como:
Hacer feliz a la gente, Alimentar a las familias para que puedan prosperar y florecer, Proteger y mejorar la vida humana, Mejorar la vida alrededor del mundo,…..
Las empresas tienen que ganar dinero y los empleados alinearse al cien por cien con ese propósito. Es la única forma de que todos esos loables propósitos se cumplan. Así que, al lío.