No ha sido un verano de lecturas sesudas ni mucho menos. Hasta el pasado fin de semana, que comencé con un volumen de ensayo e investigación, me había dado a la novela ligera, con títulos que no pasarán a la historia ni mucho menos pero que cumplieron sobradamente su función de entretener y de contribuir al más que recomendable encefalograma plano de agosto.
Lo mismo me ocurre con la prensa, en lugar de devorar noticias, editoriales y columnas de opinión, he aprovechado una sana tendencia veraniega de algunos diarios consistente en convertir a algunos columnistas en cuasi humoristas (brutal la serie Pedro de Verano, de Jorge Bustos) o en realizar entrevistas que buscan ese punto de entretenimiento muy por encima de la información o la opinión.
Fue precisamente en una de esas entrevistas, en una serie que trata de poner en valor la figura del becario a través de la historia como becarios de algunos personajes de cierto éxito profesional, donde leí algo que inmediatamente me hizo pensar en escribir sobre ello: una conocida periodista hablaba de uno de sus primeros jefes y ponía en valor, como una de las máximas cualidades del sujeto en cuestión, que detesta a los pelotas.
Lo confieso, yo también los detesto. Profundamente incluso. Y en muchos ámbitos vitales, comenzando por supuesto por el laboral, pero sin obviar otros como el personal, en el que se ve en grupos heterogéneos como algunos celebran de manera vomitiva a quien ostenta un rol de liderazgo. Por supuesto no se puede olvidar el reino aspiracional de cualquier pelota que se precie de serlo, la actual clase política, con la aplaudidora a la cabeza de la definición de pelota de manual.
Pero dejemos de momento la cloaca a un lado, centrémonos en lo profesional y tratemos de responder a una cuestión solamente: si alguien detesta a los pelotas, ¿es conveniente para su carrera que sea público y notorio ese rechazo?
Lamentablemente, la respuesta es no, y la razón es muy sencilla: las posibilidades de que tu jefe sea un pelota o el jefe de tu jefe sea un pelota o alguno de tus compañeros sea un pelota o que alguno de tus reportes directos si los tienes sea un pelota, son tendentes a casi el cien por cien. Todos ellos son posibles perfiles a los que puedes detestar, pero con los que debes dejar ese aborrecimiento en el mismo sitio en el que Aznar dejaba el catalán, en la intimidad.
Salvo que tengas un entorno que es casi marciano, tendrás que hacer de tripas corazón y convivir con el terrible mundo del pelota. Pero si tienes la suerte de que de quienes dependa tu futuro aborrezcan a los pelotas, si te ha tocado la primitiva y tus compañeros, a la par que posibles rivales en la carrera, tampoco sean dados a dorar la píldora, y si eres tan afortunado de tener un equipo que no te da jabón por que si e incluso te dicen lo menos bueno a la cara y sin tapujos, si todo eso te pasa, intenta no despertar del sueño y ¡aprovéchalo!
Si no tienes ese entorno ideal, no digo que te conviertas en un pelota si no lo eres, ni mucho menos; simple y llanamente, analiza todo aquello que te rodea y pregúntate si te conviene o no esconder tus fobias, cuestiónate si a donde quiera que sea que busques llegar te será más fácil recorrer el camino aceptando el juego o no.
Ya echaba de menos leerte (y no es por hacerte la pelota….)
Buen arranque de curso Rafa, gracias!