Flaco favor
Flaco favor nos ha hecho, señor Presidente de mi querida y admirada Argentina.
Sus declaraciones no justifican un conflicto diplomático ni por asomo, y es absolutamente cómico que se produzca una declaración institucional para una llamada a consultas a una embajadora. Por descontado, es una vergüenza absoluta la retirada definitiva de la embajadora de España en Buenos Aires, algo que ni se le pasó por la cabeza a algunos cuando, por ejemplo, se produjeron graves ataques contra España (no contra una ciudadana) desde México o Colombia.
Puedo incluso pensar que sus palabras salgan desde las vísceras en respuesta a duros agravios sufridos con anterioridad, han ocurrido episodios intolerables ante los cuales sus reacciones anteriores han sido lícitas y ajustadas al cariz de la situación.
Soy consciente de que no ha atacado a una figura que represente a un país, solamente el cónyuge de quien ostente la jefatura del Estado adquiere representatividad por matrimonio; vamos, que a efectos prácticos es como si me hubiese atacado a mí, representamos exactamente por igual a España. Y, como tal, no debiese existir una reacción de un país sino, si acaso, de una persona. Ni de lejos defiendo que se utilice al Estado para defender un tema personal, ni por asomo pienso que la reacción sea adecuada.
Pero…
En primer lugar, creo que ha estado desafortunado. La falta de educación y de decoro es una de las grandes lacras de nuestra sociedad actual, y una de las grandes causantes de que hayamos llegado a un relativismo tan insoportable como el clima que dicho relativismo nos hace respirar. Y la aceptación de esa pérdida del más elemental decoro es lo que ha provocado que aceptemos dirigentes como los que tenemos, normalizando que pueda ser parte de un Gobierno quien en lugar de hacer su trabajo se dedica a insultar a la primera autoridad de otro Estado. No es comprensible ni aceptable que quien promulga, entre otras cosas, la necesidad de recuperar ese tipo de valores se los salte a la torera. Ni aunque, como decía antes, pueda ser comprensible que alguien reaccione desde las entrañas ante todos los ataques personales sufridos, porque es una reacción personal y no de Estado (en eso, intachable sin duda).
En segundo, y lo que es más importante para muchos de nosotros, se lo ha puesto usted muy fácil. Es incomprensible que alguien que ha llegado a vencer a una maquinaria que parecía indestructible a lomos de una increíble estrategia de comunicación no repare en que estas palabras no son otra cosa que música para los oídos de quienes viven de lanzar mensajes que actúan sobre la masa como una nave alienígena iniciando el proceso de abducción. Los réditos se verán en veinte días, pero una de las armas para el duelo se la ha servido usted en bandeja de plata al supuesto enemigo. A muchos nos repugna el show, se lo aseguro; pero más repugnante es ver cómo ni siquiera necesitan una buena producción porque se les facilita tanto la tarea. ¿No se da cuenta de que la gran mayoría de la anestesiada masa ha normalizado absolutamente que alguien ponga al Estado al servicio de su persona? ¿No se da cuenta de que los voceros tienen material sobrado para desviar la atención de lo verdaderamente relevante para el país?
¿Para qué todo esto? ¿Solamente para conseguir poner entre la espada y la pared al líder de la oposición y así arañarle un puñado de votos en favor de sus, desde hace un tiempo, desnortados amigos sin importar quien sea el gran favorecido de semejante hazaña? Porca miseria…
¿Quiere usted ayudar a España? Pues es bien fácil, haga que cale hasta los huesos la fantástica receta económica - la cual admiro profundamente - que está en vías de implantar; ayude a poner blanco sobre negro todo lo que se podría ahorrar adelgazando un Estado elefantiásico y cerrando organismos absurdos, explique lo posible y eficiente que es vivir sin cientos de altos cargos puestos a dedo, y cómo esto puede repercutir positivamente en el bolsillo de cada uno de nosotros. Y colabore en que todo esto se aprenda a comunicar de una manera eficaz.
Si no es así, no nos haga más favores, que bastante tenemos ya con lo que tenemos en casa, a uno y otro lado.