El gran estacazo
Creo que podemos convenir que casi cada movimiento de Epístolos I esconde algo. Unas veces pueden ser temas personales, otras veces simple pago de favores o amistades, y la mayoría de las veces, posibles consecuencias dramáticas para todos.
La designación del todavía ocupante de la poltrona multitarea, ese oxímoron en toda regla que mezcla cosas tan íntimamente relacionadas como la transformación digital y la función pública, como nuevo Gobernador del Banco de España es, en mi opinión, una de esas que puede poner grises nubarrones en el horizonte de nuestras carteras.
Cierto es que tenemos la fortuna de que no se puede producir un arranque de madurismo que lleve a la impresión descontrolada y por ende a una crisis de inflación de la que no saldríamos bien parados. No menos veraz es reconocer la valía y la preparación técnica más que suficiente de quien, como escuchaba anoche, renunció a su independencia a cambio de un ministerio.
Y tampoco es menos evidente que una vez más las huestes de Pacato di Genoa equivocan el disparo al poner en el centro de la cuestión el tema de la colonización de las instituciones. No porque dicha ocupación de casi cualquier institución o empresa pública por parte de afines no sea real, que lo es; sino porque a estas alturas del partido eso ya está casi tan descontado como la futura laminación de la tímida disidencia interna que se producirá el próximo final de noviembre.
Para mi el foco debería estar puesto en otro sitio. Intuyo que este movimiento va mucho más allá de situar a un fiel peón en otra institución más, o que tiene derivadas más complejas que el simple hecho de dar un premio a quien ha sido leal dotándole de un salario que casi triplica sus actuales emolumentos.
Pienso que lo que todo esto esconde es un futuro sablazo fiscal de dimensiones épicas. Entre las competencias que conserva el BdE está la de análisis, estudio, información y opinión sobre los Presupuestos Generales del Estado, que aunque no tengan visos de ser aprobados si que sabemos que van a ser presentados.
Esos presupuestos que presentará la reina del aplauso incontenido e incontenible, van a proponer con toda seguridad una nueva explosión del gasto que no habrá manera de sostener con unos ingresos realistas ni con un déficit que pueda acercarse mínimamente a las consideraciones que desde burocraland lleguen. Y ahí es cuando la jugada cobrará sentido, porque los usos y costumbres dicen que debe ser el BdE el primero en dar su opinión sobre la idoneidad o no de los mismos.
¿Y qué es esperable que nos diga el otrora reputado analista independiente? Pues algo tan sencillo como que ese nivel de gasto solamente se sostiene generando nuevos ingresos, y que por tanto, hay que aumentar los impuestos. Que si, que luego se disfrazará con que el hachazo es para las rentas altas, con que las grandes multinacionales deben contribuir más, con que la justicia social y todas las demás milongas que, poco a poco, nos han ido metiendo a cucharadas utilizando a sus voceros oficiales; pero, como siempre, lo posible y probable es que el palo lo soportemos todos.
Si, el informe no es vinculante, por mucho que diga el hombre de aspecto bonachón, no habrá obligación de cumplir sus instrucciones. Y, si, también tengo claro que lo más normal sería que estos PGE no fueran aprobados y haya una nueva prórroga de los de 2023. Pero todo eso da igual, el caldo de cultivo ya estará sembrado y la autopista hacia el expolio abierta a la circulación y con las barreras de los peajes levantada.
¿Subida del IVA? ¿Nuevos tramos de IRPF, por supuesto sin deflactar? ¿Nuevos tipos sin necesidad de tramos? Hagan sus apuestas, aunque recordando que una vez más, será el casino quien gane.