De lo público, lo necesario y los lujos absurdos
Más de 1.700 millones de euros parecen una cantidad suficiente como para pensar en qué se gastan, ¿no les parece?
Pues bien, esa es la cifra que, en caso de cumplirse las estimaciones para este año, representarán las pérdidas acumuladas de Correos en los últimos diez años. Es decir, es la cifra que nos ha tocado pagar a todos por la existencia de este servicio, sin olvidar que amén de ello está lo que hayamos pagado cada uno por el uso del mismo.
Habrá quien me diga que no, que Correos es una empresa, que no es un organismo público. Y es cierto, pero el pequeño problemilla es que es una empresa cuyo único accionista es ese terrible depredador de nuestros bolsillos llamado Estado. Con un segundo pequeño problemilla añadido, y es que da empleo a miles de personas que son “propietarias” de dicho empleo con independencia de la marcha de la empresa y/o de su rendimiento. Lo que se conoce como un coste hundido en toda regla.
Correos fue un servicio público absolutamente necesario, que duda cabe. Con un papel totalmente imprescindible y trascendente en algo tan fundamental como la comunicación, así como en aspectos igualmente claves como la contratación, la justicia y tantos y tantos otros.
Pero estamos en otra era. Una en la que el servicio fundamental que prestaba Correos, el correo postal, es casi inexistente, y cuyos principales clientes son los organismos públicos, creando un tremendo círculo vicioso. Una era en la que el paquete derivado del comercio electrónico domina el mundo postal. Y en la que una empresa pública, con semejante mochila a cuestas, no puede tener la eficiencia necesaria para competir con gigantes privados que tienen la obligación de ser rentables, porque de lo contrario tendrían que reducir sus plantillas o, en último término, bajar la persiana.
Nos encontramos por tanto ante una de tantas y tantas demostraciones de que no podemos permitirnos durante más tiempo la ineficiencia inherente a las empresas públicas, ni la ineficiencia inherente al sistema de empleo público; ojo, no culpo a los trabajadores de Correos, sino al sistema. Servicios así son a día de hoy auténticos lujos por su coste, y por su total falta de necesidad. O de una vez por todas se establecen modelos de colaboración público-privada para todos, y digo todos, los servicios públicos o pronto empezaremos a notar una merma de calidad muy importante en los servicios esenciales, si es que no lo notamos ya, y ese será un camino exponencial e imparable, si es que no lo es ya.
Porque solamente siendo eficientes en el gasto hay opciones de salir de este pozo sin fondo en el que estamos instalados, algunos más cómodamente que otros, especialmente aquellos que no asumirán jamás responsabilidad alguna por el hecho de que el colega al que nombran presidente de la compañía la deje como un solar.