Se acerca en algunos casos, en otros ya ha llegado, esa época del año en el que en las empresas se acometen dos procesos que afectan, por encima de cualquier otra cosa, al bolsillo de los empleados y, por qué no decirlo, al de Hacienda.
Son los procesos de revisión salarial y de cálculo y pago de retribuciones variables. Esos procesos en los que, convenios colectivos aparte, toca “juguetear” con bolsas de euros para repartirlas entre mengano o zutano, pensando en factores tales como lo bien o mal que lo haya hecho cada uno durante el año, su situación retributiva en comparación con eso que llaman el mercado, el riesgo de que alguien se vaya si no se siente bien recompensado, o si lleva demasiadas subidas salariales acumuladas, entre otros.
Por supuesto que cuando hablamos de miles de empleados, los procesos se complican sobremanera, y la tentación de las áreas implicadas en el reparto final es obvia, si le damos a todos lo mismo nos ahorramos un montón de trabajo. Pese a saber de la injusticia que trae el reparto de café para todos, bien es cierto que a mayor tamaño de la empresa más fácil es caer en la facilidad que ese sistema acarrea consigo; al menos, en tener una base de partida que sea igual para todos y dejar un remanente que caiga sobre alguien a modo de jackpot motivado por cualquiera de los factores antes mencionados.
Y eso es exactamente lo que hace la empresa más grande de España, ese ente al que llaman Estado: café para todos. Algo que es tremendamente injusto y que es cómplice de muchos problemas. Imagino a los decisores cantando cual niños de San Ildefonso:
A quien ha salvado seis vidas, 3.5 por cieeeeento
A quien ha detenido a tres asesinos, 3.5 por cieeeeeento
A quien ha desatascado un juzgado entero, 3.5 por cieeeeeento
A quien ha ayudado a mil ciudadanos con sus horribles trámites, 3.5 por cieeeeeeento
A quien ayer por la mañana se fue a hacer la compra después de fichar, 3.5 por cieeeeento
Perdonen pero no tiene el más mínimo sentido. Hay miles de empleados públicos que hacen una labor encomiable, que son necesarios hasta el extremo, que tienen la conciencia ética suficiente para saber que aprobar un examen no te da derecho a cuarenta años de relajación. Existe otro grupo que, si bien tiene esa conciencia ética, lamentablemente no tiene un trabajo que a día de hoy aporte ningún valor, algo de lo que no son culpables en absoluto. Y existe otro grupo que directamente no tiene esa moral. Vamos, como en cualquier empresa; la gran diferencia es que en la empresa al primer grupo se le puede premiar, al segundo se le puede reciclar y al último grupo se le puede no subir el sueldo o, llegado el momento, despedir.
Esto es algo que es necesario cambiar; solamente desde la recompensa del mérito tendremos los mejores médicos, los mejores maestros, los mejores policías o, por qué no, los mejores administrativos. Calidad por encima de cantidad, y recursos donde de verdad hagan falta, esa debería ser la receta. Receta que tenga en cuenta que la calidad se paga; y si esa calidad lleva como añadido el esfuerzo y el compromiso, no les quiero contar.
Pero por favor, si llega el día que se cocine esa receta, que no lo hagan los parásitos del sistema; hay miles de funcionarios brillantes que lo harían mucho mejor, con interés general y con dedicación particular, exactamente lo contrario que quienes miran por el interés particular a través de la dedicación general.
Que bien escribes Rafa! 👏 Gracias por este ratito diario (siempre te leo, aunque no siempre dejo constancia... hoy si que me voy de vacaciones blancas!)
Un abrazo
Totally agree